martes, 24 de mayo de 2011

En altavoz para Huidobro

En altavoz para Huidobro,

Los verso, definitivamente, no sirven para abrir ninguna puerta, Vicente. Es cierto, ya se han caído muchas hojas y otras tantas han pasado volando. Por muchos que mis ojos han mirado el mundo, no he podido recrearlo, y mi alma de oyente permanece incrédula a tus irrealidades.
¿Cuántos mundos inventaste, poeta rebelde? ¿Dónde escondiste las cartas secretas de la caja de tu cráneo?, ¿En el cuello de que cisne se durmió tu muerte?, ¿Cuándo cerraste los ojos, te tragase la vida?
En cierta forma, estabas bastante loco (condición de todo poeta verdadero); sin embargo, debo reconocer que lograste doblegar los adjetivos y te dieron vida… dime, entonces, ¿Qué te mato, Vicente?, ¿Algún insecto celeste o una nube de palabras que al roce de tu lengua se transformaron en pedazos de madera y bocanadas de sangre?
Te cuento, estamos en el ciclo de los músculos y los nervios cuelgan lánguidos en el museo de las existencias. La cabeza no tiene vigor y los poetas venden versos en el mercado de las vanidades. Algunos intrusos han descubierto donde viven las cosas bajo el sol, y ya no son nuestras. Tu pequeño Dios, Vicente, se ha trasformado en un demonio cansado.
Lamentablemente, los pájaros vuelan hacia cualquier parte y abandonan aprisa el nido. Querido marinero, debo decirte, que antes de partir se te olvido desatar los nudos de tus horizontes cortados. Ha transcurrido mucho tiempo por los pies de tu tumba y los siglos se acomodan bajo tu cabeza como crías de pecho para mamarte los sesos. Siglos, son demasiados siglos. Es tiempo de que me digas ¿descubriste tu origen?, ¿Supiste que alturas te procrearon? Tú dices que andas por la historia, dialogando con la muerte, dices tanto, y nada dices. Sólo empujas los sentidos hacia lo invisible, lo supracreado. Un Adán sin manzana y una Eva sin pecado en tu jardín invertido.
No estas, te escapaste convencido que la poesía nunca podría dejarte. Hoy, algunos descongelan tus pájaros de nieve y proclaman que tú, no creaste ningún río. Tu juego fue peligroso. La bestia inconsciente te trituró los sentidos y volaste hacia el sinfín enardecido. Pese a todo, felicitaciones, lograste crear imágenes pictóricas que hoy se dibujan lentas en el círculo pequeño y limitado de tus discípulos. Tengo la impresión que una Parra reventó sus uvas anti-todo, sobre tus versos pulcros y eruditos. La poesía, Vicentillo, se te escapo de los salones, la vistieron de niña alegre y la dejaron volar más allá de tu pluma de oro.
Ya ves, los niños en mi mundo si tienen alas y nunca olvidan el nombre de sus madres. Dime, ¿Quién gano la batalla, tú o la “viejita encantadora?” Convéncete no fue tuya la nueva era. La poesía insiste en despeinarse n el viento huracanado de lo real, siempre regresa a sus orígenes de música silabaría. A ella nadie le enseña nada, ella adopta la forma que mejor le parece y acomoda. Lo sabemos. Esta cansada, de tanto pequeño Dios, besando sus talones.
Tuya fue la sentencia: “Cuando hayas tocado lo que nadie puede tocar más que el árbol te gustara callar” La acepto… sin reproches.

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